Por Ma. Olivia González Aguilar
Hace algún tiempo en la muestra de cortometrajes en la ciudad de México vi uno que trataba de una comunidad inserta en un país de Asia en el que se dedican a la cría de borregos, en él se veía a los hombres pastoreando rebaños a los que llegado el tiempo de frío, cuando se juntaba la nieve en los lugares en los que estaban, los tenían que llevar a otro lugar en el que hubiera todavía pastos. Para esto debían atravesar un río caudaloso y bajar por laderas empinadas en su parte alta llenas de nieve y en la baja formadas por agua, nieve, piedras y lodo. En este trayecto se veía a los hombres afanados en lograr llevar a salvo a todos los animales de su rebaño y para lograrlo en ocasiones los llevaban en brazos y rodaban junto con ellos por las laderas llenándose de lodo, golpeando contra las piedras, pero sin soltar en ningún momento al borrego que cargaban, aun exponiendo su integridad o su vida.
Estas escenas parecen no pertenecer al mundo y al tiempo en que vivimos, pero contra lo que podamos creer son actuales y todavía hay personas que viven así, inmersas en la naturaleza y sufriendo sus rigores, en una etapa de la historia que pertenece a la época del pastoreo.
En contraposición a estas imágenes un compañero de trabajo nos contaba que conoce a un niño que un día iba por la calle con su mamá y al ver pasar a un perro dálmata empezó a gritar muy emocionado ¡una vaca!, ¡una vaca!
Estas situaciones me llevan a reflexionar acerca del mundo en que vivimos y del que les tocará vivir a las futuras generaciones. ¿Estarán como los cuidadores de ovejas siendo uno con la naturaleza?, o ¿se encontrarán tan alejados de ella que no podrán reconocer ni siquiera a los animales de los que se sirven?
Si nos preguntamos ¿cuáles serán las realidades a las que se enfrentarán nuestros hijos y nietos?, tal vez podamos hacer una proyección, inferir, o tener buenos deseos respecto a lo que les espera, pero no podemos estar seguros acerca de nuestras respuestas.
Así pues ¿sobre qué bases fincaremos la educación si no sabemos a qué mundo tendrán que enfrentarse los que vengan después de nosotros?
La propuesta de Ya Aprendí a este respecto es que la respuesta no está en el exterior del hombre sino en su interior, es en éste en donde se procesa toda la información que recibe y a partir de ese procesamiento se enfrentará al mundo en el que esté inserto. Si los mecanismos de pensamiento se encuentran funcionando adecuadamente las acciones que emprenda para relacionarse con el mundo, comprenderlo y transformarlo serán las adecuadas, pero si estos procesos tienen deficiencias la interacción también será deficiente. Si partimos de este postulado entonces lo prioritario será desarrollar los procesos de pensamiento de cada persona.
A esta forma de educar la hemos llamado el homocultivo, o cultivo del hombre y consiste en cuidar que cada persona reciba la estimulación necesaria para lograr que su desarrollo alcance los niveles más altos posibles dependiendo de su individualidad. El marco de referencia que tomamos es el de Los cuatro procesos de pensamiento que hemos dado a conocer en los libros: Los cuatro procesos de pensamiento y sus aplicaciones y Academia lógica, nacimiento y desarrollo de un proyecto de vida.
En este artículo nos limitaremos a enunciar las cuatro lógicas (que así hemos llamado a los procesos de pensamiento a través de los cuales se da el desarrollo humano) y que son:
- Lógica sensible
- Lógica formal
- Lógica sistémica
- Lógica relativa.
Una muy breve semblanza de lo que es cada uno de estos procesos la damos a continuación. Hay que tener presente que todos se encuentran presentes siempre en nuestra vida pero que la relevancia que adquieran dependerá de la etapa en la que nos encontramos.
La lógica sensible está constituida por la capacidad de captar y guardar datos en el pensamiento, tener sensaciones y responder a ellas con un movimiento controlado, ubicarse de manera eficiente en el espacio, poder crear imágenes mentales y seguir de manera estable rutinas establecidas con el fin de ubicar objetos y modificar sus características externas.
La Lógica formal se basa en la capacidad de manejar signos, sus interrelaciones y consecuencias. Con ella aprendemos términos a leer, a escribir y los cimientos de la matemática.
La Lógica sistémica nos permite inferir nuevos conocimientos a partir de las divergencias que continuamente se dan entre nuestros conocimientos y las nuevas realidades. Es un diálogo, una relación de ida y vuelta entre el conocimiento y la realidad. Esta lógica permite que de manera continua se diseñen sistemas y estructuras, lo cual amplia nuestra capacidad de transformación.
La Lógica relativa es la visión que se obtiene de la realidad en sus diferentes entornos. Este tipo de pensamiento permite encontrar sentido a la existencia, plantear teorías, apreciar los bienes y querer compartir aquellos que nos son valiosos.
Los cuatro procesos de pensamiento son necesarios y no podemos descuidar ninguno de ellos, ni saltarnos etapas si queremos lograr que una persona se desarrolle plenamente. Esto último es lo que, sin lugar a dudas, deseamos todos los padres para nuestros hijos y teniendo esto en mente cada vez que tomemos una decisión en relación a su educación debemos preguntarnos si lo que decidimos va a propiciar su crecimiento físico, mental, afectivo y espiritual (áreas que consideramos son los objetivos finales para cada una de las lógicas), si la respuesta es afirmativa la decisión es buena, si es negativa debemos replantearla a la luz de la teoría.
A continuación ponemos una receta para hacer trufas que los niños pueden regalar en Navidad o cualquier otra festividad. A pesar de ser un procedimiento sencillo engloba las cuatro lógicas: la habilidad manual requerida para hacerlas estará desarrollando la lógica sensible; el leer la receta y ejecutarla, la lógica formal; el diseñar el empaque y tarjeta para regalarlas la lógica sistémica; y la intención de mostrar a los demás su aprecio a través de un detalle hecho por ellos, la lógica relativa.
TRUFAS
Ingredientes:
⎯ 20 galletas marías
⎯ 20 nueces o 125 gramos de nueces sin cáscara
⎯ 25 gramos de cacao puro
⎯ 6 cucharadas soperas de leche condensada
⎯ Granillo de chocolate
Manera de hacerse:
1. Desmorona las galletas marías.
2. Pica las nueces.
3. Mezcla las galletas, las nueces el cacao y la leche condensada hasta que quede una pasta homogénea.
4. Haz bolas del tamaño de una nuez.
5. Cubre las bolas con el granillo de chocolate.
6. Mételas al congelador por 1 hora.
Nota:
Para los niños más grandes se les puede pedir que calculen el costo total de los ingredientes y en cuánto salió cada trufa.