Los cambios en el estilo de vida

Hace algunos días platicando con mis hermanos y algunos amigos nos estuvimos acordando de los juegos de nuestra infancia. En aquel lejano tiempo no existían tantos juguetes como los que hay actualmente, por lo que cualquier cosa que llegara a nuestras manos se convertía, gracias a la magia de la imaginación compartida, en lo que nos hacía falta para el juego.

Por Olivia González Aguilar

Hace algunos días platicando con mis hermanos y algunos amigos nos estuvimos acordando de los juegos de nuestra infancia.

En aquel lejano tiempo no existían tantos juguetes como los que hay actualmente, por lo que cualquier cosa que llegara a nuestras manos se convertía, gracias a la magia de la imaginación compartida, en lo que nos hacía falta para el juego. Así un palo de escoba podía ser el caballo, cuando jugábamos a los vaqueros; o era la puerta de la casa, que abríamos para dejar pasar a los amigos que venían de visita; o el remo para pasear por el lago, en fin, su versatilidad era infinita.

Teníamos mucho tiempo para jugar porque aunque asistíamos a la escuela en el turno discontinuo (de mañana y tarde) la tarea era casi nula y en cuanto se terminaba el horario escolar se organizaban los grupos para jugar: a la roña, al escondite, al bote pateado, a los hoyitos (cuando teníamos ganas de correr), a darnos vueltas en los volantines, brincar la cuerda, trepar árboles, y cuando la actividad era más tranquila: a la matatena, a las canicas, al trompo, a la casita.

Comparando esto con las actividades que hicieron nuestros hijos y las que actualmente realizan nuestros nietos nos damos cuenta del abismo que existe entre las diferentes épocas que las generaciones han vivido. Esto no quiere decir, como ya muchos estarán pensando, que estoy defendiendo aquello de que “todo tiempo pasado fue mejor”, porque no es esa mi intención, lo que deseo que hagamos es una reflexión acerca de la manera en que se ha modificado la forma en que vivimos y las repercusiones que esto tiene en el desarrollo de las personas

Generaciones

Recordando la teoría de los cuatro procesos de pensamiento del ser humano, que ya se ha mencionado en otros artículos y que constituye la esencia de nuestro trabajo en Ya Aprendí, sabemos que el primer proceso de pensamiento es la Lógica sensible, es decir, el conocimiento del mundo que llega a mí a través de mis sentidos. En cuanto empiezo a captar el mundo que me rodea, me intereso en interactuar con el ambiente y a tener dominio sobre él, para esto necesito que mis sentidos funcionen adecuadamente para que la información que me proporcionan corresponda a la realidad y además contar con las habilidades que me permitan manipular objetos para modificarlos en su forma o posición. Podemos inferir entonces que requiero del dominio de mi cuerpo y esto significa tener la fuerza adecuada a la actividad que voy a realizar, como decía un maestro Zen “la fuerza para romper un ladrillo y la delicadeza para tomar a una mariposa por las alas sin lastimarla”.

Requiero también tener equilibrio para poder estar en la posición más adecuada de acuerdo a la actividad que voy a realizar y poder abstraerme de la atención a mi postura para centrarla en el objeto de mi estudio. ¿Cómo adquiero estas habilidades? La respuesta a esta pregunta es: a través de la práctica. Pensemos ahora si nuestros niños están teniendo la suficiente práctica como para aprender a dar marometas, brincar de cojito, andar en bicicleta.

Como ya mencionamos al inicio, en generaciones pasadas se tenían oportunidades para practicar y lograr la adquisición de todas estas habilidades, pero actualmente los niños viven de manera muy diferente, ya no pueden salir a jugar a la calle, generalmente no tienen varios hermanos, ni primos con los que convivan de manera regular, los juegos al aire libre se han cambiado por juegos electrónicos usando pantallas, es difícil encontrarnos en lugares abiertos, etc. Todo esto nos ha llevado a dejar de lado la estimulación a través del juego y del ejercicio que antes se daba de manera natural y esta omisión está ocasionando que en el primer proceso de pensamiento queden deficiencias que se traducen en dificultades para concentrarse, poner atención y memorizar, al tiempo que afecta el desarrollo de procesos de pensamiento más sofisticados. ¿Qué podemos hacer para contrarrestar esta realidad y dar a nuestros hijos la oportunidad de desarrollarse plenamente?

Aquí van algunas ideas:

  • Darle prioridad al ejercicio, por lo menos media hora todos los días de preferencia antes de hacer la tarea.
  • Dejar el coche unas cuadras antes del lugar al que vamos para tener la oportunidad de caminar juntos y aprovechar esta actividad para ir brincando de cojito, caminando sobre una línea, caminar sin pisar líneas o cualquier otro juego que se nos ocurra y que ayuda a estar atentos y a coordinar nuestro cuerpo.
  • Inscribirlos a una actividad física o deporte como karate, natación, baile, basketbol o gimnasia.
  • Asistir a los lugares que tienen juegos para trepar, saltar, deslizarse, rodar.
  • Andar en bicicleta (sin rueditas), saltar la cuerda, patinar.
  • Jugar juegos de fuerza por ejemplo “quién empuja más”, o “carretillas”
  • Colgar del techo una pelota y pegarle con la mano, una raqueta o un bat.
  • Tener siempre a su alcance una pelota para botarla contra el piso y la pared y una cuerda para saltar.

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